MONT VENTOUX - TACTIC SPORT

MONT VENTOUX

 


La alarma suena temprano, muy temprano. Abro la ventana y todo está oscuro. El silencio se rompe por el sonido de las hojas de los árboles movidas por el viento. Enciendo la luz y me deslumbra, apenas puedo abrir los ojos. He dormido unas cinco horas. No son pocas si tenemos en cuenta que la aventura comienza a las 4.30 de la madrugada. Me despierto sintiéndome fuerte, confiado y muy motivado. Con ganas de superarme y alcanzar la cima de esa inmensa montaña.

Antes de todo hay que cargar pilas, es hora de desayunar. He dejado en la nevera, durante toda la noche, un enorme bol preparado con avena mezclada con fruta, miel y bayas. Siempre como lo mismo cuando tengo por delante un día duro y exigente. Un ritual que me acompaña desde los años de competición. A Tristan, compañero de fatigas durante este challenge, se le enganchan las sábanas y se queda un rato más en la cama. Aparece quince minutos después. Ambos estamos en silencio, medio dormidos y con nuestras mentes en el Mont Ventoux.

 
 



A las 5.00 empieza el reto. No me supone ningún problema empezar a pedalear en la oscuridad, de hecho me gusta, me hace sentir vivo y sobre todo si es acompañado de un buen amigo.

Cada día son centenares de personas las que suben este puerto, pero a esas horas, estamos completamente solos, y esto no tiene precio. La temperatura es buena durante la subida, bastante fresca al coronar y fría mientras hago el descenso.
 

 

 


Primer sommet. Esta es una de mis montañas favoritas en el mundo. Fue aquí dónde por primera vez pude disfrutar en directo del ciclismo de máximo nivel durante una etapa del Tour de Francia en 2009. Era increíble ver a todos mis ídolos subiendo tan rápido. Ese día cambió mi vida y mi opinión del ciclismo y es que esa montaña atrapa, es un lugar diferente a cualquier otro: inspirador, brutal, caluroso, ventoso, hermoso, temible...



 

 
 


Descender después de más de una hora y media subiendo es una gozada. Es una bajada rápida y no demasiado técnica pero es muy importante estar atento ya que se coge muchísima velocidad. Se ha acabado la tranquilidad. Hay que vigilar con los ciclistas que empiezan a subir. Más de uno serpenteando.


 
 
 


Paro dos veces en el campo base montado en Bedoin. En una de las paradas desayuno y aprovecho también para cargar bidones e ir al baño. En la segunda parada, después de la quinta subida, me lo tomo con más calma. Las fuerzas empiezan a flaquear. Pero estar tan cerca de mi reto me da motivación extra. Esa convicción mueve montañas y a mi solo me queda una última subida.

Como un plato de pasta i después de una pequeña siesta de 20 minutos. Es el momento de apretar los dientes. Catorce horas subiendo y bajando el Ventoux. Esa montaña que Eddy Merckx dijo en su día que no estaba loco quién la subía, sino quién repetía. A mi me queda la última, la sexta. Ropa limpia. Siete de la tarde. Será duro, durísimo. Dolerá. Pero habrá valido la pena.


 
 
 


Me siento vació de fuerzas, exhausto. Pero exultante de alegría. La sensación de lograr el desafío de Everesting es realmente maravillosa.

Comencé a andar en bicicleta hace 10 años, en julio de 2009, cuando vi por primera vez una etapa del Tour de Francia, aquí mismo, en el Ventoux. Así que regresar a esta montaña después de todo este tiempo y lograr un reto personal de tal magnitud, ha sido extraordinario. El recuerdo de ese primer día ha estado muy presente. Y quedará unido al sufrimiento y la alegría de hoy.


 
 
 


Tuve algunos momentos de bajón máximo y otros de felicidad pura durante el día. La pizza en Bedoin, fue definitivamente uno de esos momentos de felicidad!

 

MONT VENTOUX, NO NOS VEREMOS PRONTO, PERO VOLVEREMOS A VERNOS.



 

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